El Cine como forma expresiva y estética

jueves, 15 de octubre de 2009

“LOS LÍMITES DEL CONTROL” de Jim Jarmusch.

Por Antonio Ferreira

Imagino impotente mi respuesta a la pregunta “¿Qué te ha parecido la película?, ¿de qué trata?...”. Cinco minutos después de salir del cine y de su lóbrego ambiente POP corn, la contestación sería indecisa y liviana, tal como; “…bueno, cuenta la historia o los sucesos que le ocurren a un hombre trajeado muy sobrio y austero en España y que tiene que realizar un… trabajo… y cajas de cerillas, y… un chubasquero transparente y…”. Si me lo preguntasen hoy, tras una buena y progresivamente gratificante digestión, diría:
“Los límites del control” trata de todo, del todo, manejando ágilmente conceptos que abarcan un gran abanico temático y atmosférico. Esto lo consigue con un diálogo muy escueto, ambiguo, pero directo (escrito por el propio Jarmusch). Me arriesgo a categorizarla de película de “totalizante” por diversos motivos:

Uno de ellos podría ser el factor étnico, ya que conjuga sutilmente rasgos africanos, como los del protagonista Isaach de Bankolé (aunque sea francés, me refiero a los rasgos), europeos, representados por franceses y españoles (O. Jaenada y Luis Tosar), americanos, con un estadounidense (Bill Murray) y un mejicano (García Bernal), y una participante asiática. Estos detalles son camuflados como algo totalmente cotidiano pero analizando detenidamente algo huele a intención creadora…

Siguiendo con la alegoría del todo, si nos sumergimos en el rigor temático o genérico (no parece una película policíaca o de intriga como se puede leer por ahí…), nos vamos sintiendo atrapados por continuos guiños metafísicos y culturales. Es decir, desde el principio, nos lanza influencias que parecen escondidas, como el air LUMIÈRE, EL ESCORIAL, LA TORRE DEL ORO… En paralelo, la temática metafísica parece recorrer todas las preocupaciones e intereses del hombre (y puede que del protagonista), como la música, el cine (en blanco y negro), la ciencia, el arte (el Reina Sofía juega un papel importantísimo), los artistas, el cante, la realidad subjetiva (“A veces es mucho más real el reflejo que lo reflejado”), el destino (“La realidad es arbitraria”)… en definitiva, los límites o las fronteras que nos diferencian o nos unen.

Cabe destacar, a parte de la bonita visión de Madrid que da, elementos como la música y el color. La primera nos inquieta la percepción por su carácter psicodélico-experimental y el segundo nos funde con la imagen. En mi opinión es lo más importante del juicio estético, ya que parece querer romper la distancia entre figura y fondo. Y lo consigue de forma aparentemente fácil y banal: ¡con los distintos trajes del protagonista! Con una simple americana, camisa y pantalón plasma una ARMONÍA análoga en muchos planos que nos deleita y nos atrapa visualmente. Así, los actores parecen fundirse cromáticamente con el atrezo. En contrapartida, al final, parece querer indicar un contraste visual y ético entre el elegante y domesticado smoking y la naturaleza, lo salvaje. De este modo, se resalta un carácter pictórico muy marcado (ARMONÍA-CONTRASTE), además del ya mencionado museo madrileño.

En definitiva, para intentar explicar lo inexplicable del título, se podría decir que el protagonista es un hombre serio, singular, lleno de auto-límites, de censuras laborales, sexuales, estéticas, verbales, sociales e incluso gastronómicas. Lo paradójico es que para realizar su trabajo secreto tiene que rebasar todos los límites humanos usando su… imaginación.

No podría terminar sin decir que vale la pena pagar la entrada sólo por ver y escuchar en versión original a Paz de la Huerta…

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