El Cine como forma expresiva y estética

martes, 19 de octubre de 2010

I COMPAGNI (LOS CAMARADAS) 1963

Por: Javier Mateo hidalgo
(5 de julio 2010)


De nuevo motivado por transmitir ganas de ver cine (incluso en verano, para esto no hay tregua posible) me pongo al aparato para hablar de una rareza italiana que a más de uno le habrá pasado inadvertida, empezando por mi (se entiende, todo el tiempo anterior a cuando la descubrí exento de voluntad propia). Su director, Mario Monicelli, no parecía sospechoso para ser culpado de este agradecimiento por parte de un paranoico del séptimo arte como “moi”. Ahora lo veo claro. El mismo que hizo “Rufufú” pudo hacer “I compagni”. Una obra maestra, pero ante todo, una invitación a Mastroianni para abandonar la frivolidad de sus personajes de galán libertino y encomendarse al sagrado ministerio de profesor humilde en la Italia de principios de siglo Veinte. Aquí, el actor hace desparecer su gomina en el pelo y sus trajes impecables Emidio Tucci usados para Antonioni (“La Noche”) o Fellini (“La Dolce Vita, Otto e mezzo”) y deja crecerse la barba y se coloca unos anteojos divinos. La ficción no es otra que la realidad obrera de estos años históricos en busca de un cabreo general en pos de sus derechos. Parece que esto ya lo hemos oído una y mil veces, que no hay nada nuevo en esta ilustración (gracias a Dios). No nos equivoquemos. Si es cierto que bien un “Germinal” de Zola o una de las tantas películas de Eisenstein (cualquiera en las que apareciese una “Huelga”) bastaría para un público despierto. No en vano, la humanidad que desprende cada uno de los fotogramas de este filme y, a la vez, esa sencillez tan solo digna de una fibra sensible humana atajando un proyecto, es lo que abre los ojos de todo a este espectador soñador y somnoliento. Si Eisenstein se valió de los mecanismos del cine-puño para poner en pie de guerra con una política brutal y efectiva y Zola de la pluma desde su cómodo gabinete de “escritor prestigioso”, Monicelli no parte en realidad de ninguna de estas posibilidades o facilidades. Resulta una apuesta serie sin nada detrás que lo empuje, tan solo su coherencia direccional.

Destacar, en la parte actoral, a un Folco Lulli ya conocido de antemano por un servidor con sus actuaciones en “El hereje” (1957) de Francisco de Borja Moro y “Todos somos necesarios” (1956) de José Antonio Nieves Conde, de nuevo descrito por su voluntad de hombre fornido, que en este caso se enfrenta a un grupo de compañeros a los que les une la explotación y el temor para rebelarse. Curioso apunte también, el de una jovencísima Rafaella Carrá como mujer humilde de barrios bajos- increíble ahora tras nuestros prejuicios ibéricos.
El blanco y negro, que a veces sirve para excusar un cine realista e incluso neorrealista, es en este caso un leve apunte ante una historia tan autosuficiente como la que aquí se cuenta.
No hay esperanza al principio ni al final, pero sí un desesperado intento por crear un punto intermedio, un “nudo” en una historia de lucha constante. La historia se ha creado por estos pequeños “géiseres” o determinantes “toques de atención” por parte de quienes han creído en un mundo mejor para ellos, es decir, para todos nosotros. Aquellos contra quienes pelean, parecen de cartón piedra, irreales para la vida real.
Vuelvo a retomar el caso Mastroianni: momentos que se describen por sí mismos, como cuando es descubierto por un trabajador comiéndose el bocadillo de este y, ante su dignidad que resulta superior a la hambruna, se lo devuelve intacto. ¿Cómo explicar esto mediante un plano mudo? ¡Con Cine con mayúsculas! Curiosamente, aceptó el papel tras haber sido rechazado por Alberto Sordi. Y, es que, la naturaleza es sabia. Sordi está bien para esas comedias que pueden aspirar un poquito al drama (véase “Los inútiles” de Fellini), pues el eterno cómico siempre muestra un lado humano. En este caso no había comedia válida y esto lo debemos comprender empezando por él y terminando por Totó, ese animalito mimético. Quizá cabe recordar otro rechazo, en este caso por parte de Gary Cooper para interpretar al Red de “lo que el viento se llevó”, augurando para el filme un patético porvenir. Reconozcamos que el rodaje tuvo sus altibajos, pero al fin y al cabo triunfó otro tipo de patetismo para él. Yo nunca he visto “lo que el viento se llevó” como un melodrama de fin de semana, sino como una historia épica en la que, por supuesto, se encuentra de nuevo esa lucha del hombre por la supervivencia y por su propia dignidad.

En fin, no voy a extenderme más. Quisiera finalizar con otra de las escenas más maravillosas: aquella que sucede entre dos niños que son hermanos. El pequeño quiere imitar al mayor, ser como él de valiente, trabajando en su profesión de obrero, defendiendo sus derechos. El mayor le dice “como acabes como yo, te mato”. Le demuestra que su trabajo ha sido necesario para que él pudiera tener acceso a los estudios, a una vida mejor. Una película cargada de verdades como puños, esenciales en todas las épocas aunque disfrazadas de tal o cual situación histórica. Todo confluye en un mismo río, al que no hace falta ver por una pantalla para haberse bañado en él.

1 comentario:

  1. donde puedo ver la pelicula que mencionas, estube buscando y no la encunetro en ninguna pagina para ver la pelicula on line :(

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