El Cine como forma expresiva y estética

viernes, 21 de enero de 2011

Troya

Mientras escribo estas líneas, TVE está emitiendo Troya (W. Petersen, 2004) y las imágenes compiten con mis recuerdos del yacimiento arqueológico. El recinto amurallado es pequeño y encierra muchas piedras y algunos almendros; está lejos del mar porque, según dicen, éste se fue retirando con el paso de los años; posee algunos paramentos de piedra, pero también son frecuentes los de adobe.  Desde Troya se contempla un espectáculo de prados, caminos y rebaños...  que destroza un caballo de madera conmovedor por patético, colocado a la entrada del yacimiento: carnaza fotográfica para los turistas.
No, la Troya histórica, la que excavó Schliemann, nada tiene que ver con la que ciudad inmensa y superpoblada que aparece en la película para materializar un mito a la medida del público norteamericano.
Y me pregunto por qué  los productores de Hollywood, cuando afrontan asuntos históricos de la Antigüedad europea, no apuestan por obras más dignas, más próximas a los testimonios documentales, a la escala mediterránea.
El guión es... manifiestamente mejorable, por no decir bochornoso. Pero la imagen responde a los estándares de calidad industrial norteamericana; el espectáculo es grandioso, para niños y adolescentes; los efectos especiales son brillantes... El espectáculo por encima de todo, como diría Guy Debord.

Mierda de espectáculo... ¿O espectáculo de mierda? 

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