El Cine como forma expresiva y estética

lunes, 14 de mayo de 2012

METRÓPOLIS


Por Javier Mateo Hidalgo

Se encuentra en la lista de los pocos filmes elegidos por la Unesco como “Memoria del mundo”. Su concepción como una obra megalómana por parte de su creador, Fritz Lang, lo demuestran los datos que así la definen: 170 minutos de duración (en su origen) como resultado de 310 días de rodaje en los estudios UFA y con quince mil extras actuando. “Metrópolis” ha sido una de las obras más ambiciosas (en todos los sentidos) de la Historia del Cine y también una de las peores tratadas. La Paramount no tardó en adquirir los derechos de la misma y hacer con ella todo cuanto se le antojó. Una de las cosas que más traían de cabeza en dicho traspaso era el excesivo metraje del film. ¿Cómo podían hacer de aquello algo digerible para el espectador medio americano? Comenzaron así una serie de montajes y remontajes que acabaron mutilando el film hasta límites insospechados. Luego llegó la guerra y el olvido. Incluso el propio Lang pareció dar por perdida la reconstrucción posterior de su propio film. “¿Por qué tanto interés en una película que ya no existe?” le preguntó en una ocasión a Robert Bloch, el autor literario de “Psicosis”. La respuesta está en que “Metrópolis” representa, a día de hoy, un icono del cine de ciencia-ficción y una terrible fábula del mundo del progreso, por aquel entonces en plena ebullición. El guión fue obra de la por entonces mujer de Lang, Thea Von Harbou, la cual acabaría afiliándose a las dilas del régimen fascista con la llegada de Hitler al poder. Lang puso tierra de por medio ante una propuesta del ministro de cultura nazi Goebbels de hacerse cargo de los estudios cinematográficos donde, paradójicamente, había rodado Metrópolis, acabando su carrera en Estados Unidos con filmes de mucha menor calidad (destacando algunos como “Perversidad” o “La mujer del cuadro”). “Metrópolis”, que antes de ser guión fue novela (escrita también por Harbou), narra la historia de una ciudad futurista (se ambiente en el año 2021), con todos los adelantos imaginables e inimaginables, ideada por Johan Fredersen y construida por todo un mundo subterráneo de obreros que continúan trabajando hasta la extenuación por mantenerla. Freder, el hijo de Fredersen, vive ajeno a este infierno en el “cielo” superior, rodeado de privilegios y lujos, llevando una vida frugal y frívola. Un día, conoce a María, al subir esta en uno de los ascensores que conectan el “mundo” con el “inframundo”. Nada más verla se siente cautivado por ella y viceversa. Pero María es obligada a volver al mundo de donde proviene, y Freder corre tras ella. Es así como conoce todo ese mundo que hace posible que él sea tan feliz. Poco a poco va tomando conciencia y poniéndose en contra de su padre al defender a todas esas personas pertenecientes a ese otro mundo, el de los obreros. María funciona como figura esperanzadora para todos aquellos hombres y mujeres deseosos también de rebelarse contra ese poder establecido que les condena a su dura vida. Su mensaje es de paciencia, de espera. Pronto llegará un tiempo en el que todo se arreglará. María se presenta como líder espiritual que habla como representante de una justicia divina. Es la bondad personificada. Sus mensajes los proclama en unas catacumbas que bien pueden recordarnos a aquellas donde se refugiaron los cristianos en la antigüedad.


El film tiene como su definición un mensaje: “El mediador entre el cerebro (el poderoso) y la mano (el trabajador) ha de ser el corazón”. Este pensamiento defendido por el partido nacional socialista es una de las cosas que nos remiten a Harbou ineludiblemente y a ese tufillo ciertamente fascista que desprende el film. Por otro lado, la visión del mundo de la noche, el de la fiesta y la desinhibición, se muestra como algo ciertamente negativo y reprobable, otra de las cosas que juegan en contra del film y de su visión del mundo. Porque, otra de las cosas que refleja Metrópolis es una visión del mundo, con sus críticas y sus cosas constructivas.
Hay otra figura importante en la película, la del científico Rotwang capaz de rivalizar con el mismísimo doctor Frankenstein. Fredersen tuvo en común con este personaje el haber tenido un mismo amor: Hel. Con ella, Fredersen tuvo su hijo Freder, y esta murió al dar a luz. Rotwang trabaja para devolver a la vida a esta mujer de quien estuvo enamorado, y no dudará en usarla en contra del padre, del hijo y de la ciudad entera.
El filme, realizado en 1927, acabó convirtiéndose en uno de los mejores exponentes del expresionismo alemán del momento, junto a otros filmes como “El gabinete del Doctor Caligari” o “Nosferatu”. La construcción de imponentes escenarios y de impresionantes maquetas para llevarla a cabo, hacen de esta película una obra de arte en sí misma. Una de las influencias de Lang fue su visita a ese “Nuevo Mundo” que era por entonces New York.
La banda sonora, compuesta por Goffried Huppertz es, a pesar de su corsé clásico en lo que a sinfónico se refiere, una partitura atrevida y vanguardista. Ella también ha sufrido diversas reconstrucciones siempre dependientes de los montajes más o menos fieles que se podían realizar con los materiales disponibles. Fue en el año 2008 cuando la historia de Metrópolis sufrió un considerable avance. Y es que se encontró en Buenos Aires una copia del filme con 26 minutos hasta el momento inéditos del filme. Al parecer, se trataba de una versión previa a los montajes de la Paramount. Lo malo fue el mal estado en el que se conservaba. No obstante, con ella se realizó la que pasa por ser la reconstrucción más fiel de la película por el momento.
Su historia es la demostración palpable de que el cine, a pesar de ser denominado el 7º arte, funcionó desde sus inicios como invento de explotación comercial, con inconvenientes de este tipo. Afortunadamente, hay cada vez una mayor sensibilidad en este sentido y se están tratando de enmendar con gran empeño estos “errores” cometidos en el pasado.
 Lang ya había dado muestras de su impresionante visión creadora con Films como el de “Los Nibelungos”. Su primera obra, “Las Tres Luces” (todas ellas realizadas con Harbou) resulta una bella fábula sobre la lucha del amor por vencer nada más y nada menos que a la Muerte. Luis Buñuel habla de ella como la película que le impulsó a hacer cine.

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