El Cine como forma expresiva y estética

miércoles, 4 de diciembre de 2013

“LES PORTES DE LA NUIT”. EL REALISMO POÉTICO DE MARCEL CARNÉ

Por: Javier Mateo Hidalgo



Hay películas que marcan una época, más allá de que los espectadores las recuerden con el paso de los años. En ellas, surgen elementos que acaban cobrando suficiente entidad como para escapar de aquel gran padre que las engendró (en este caso los filmes gracias a los cuales pudieron existir), volando fuera del nido como productos independientes. Es el caso del film de 1946 de Marcel carné titulado “Les portes de la nuit”. En él, pudo escucharse por primera vez aquella melodía que posteriormente fue interpretada en multitud de versiones por las voces más representativas del mundo musical del siglo pasado: “Les feuilles mortes” (o, lo que es lo mismo, “Las hojas muertas” aquí en España). Un título que ya forma parte del repertorio de la canción francesa y que, sin embargo, fue compuesto en un cincuenta por ciento por húngaro llamado Joseph Kosma, quien se encargó de componer su melodía. De la letra se ocupó el poeta, dramaturgo y guionista Jacques Prévert, uno de los escritores más relevantes del panorama de vanguardia literario de la primera mitad del siglo veinte. No solo formó parte del movimiento surrealista (a él se le atribuyen inventos como el del famoso “cadáver exquisito”, consistente en la creación de una obra grupal artística en la cual ninguno de los ejecutantes sabe lo que hacen los otros) sino que además fue miembro de la escuela patafísica y, para gloria del parnaso francés, responsable de un grupo de libros poéticos y de guiones cinematográficos legendarios, como el del filme que aquí nos vamos a encargar de analizar. No obstante, la universalidad de “Les feuilles mortes” ha acabado provocando que el público, en la mayoría de los casos, solo sea capaz de tararear la melodía, olvidándose injustamente de aquella letra tan maravillosa de Prévert (y, en muchos casos, mostrando una total ignorancia acerca de los nombres de los dos creadores de dicha canción).


Marcel Carné, uno de los cineastas que mejor supo dotar de personalidad a un cine francés por aquel entonces en búsqueda de identidad, ya había sabido ganarse a la crítica con un puñado de títulos dignos de figurar en cualquier enciclopedia de cine que se precie: baste citar un par de títulos como “Hôtel du Nord” o “Les enfants du paradis” para corroborar sta afirmación. Gracias a René Clair (con el cual colaboró en sus orígenes) pudo construir unos cimientos firmes con los que llegar a ser un director independiente y apreciado por el público de la época. Además, supo rodearse de un grupo de creadores de gran calidad, como los ya citados Kosma o Prévert, o por ejemplo Alexander Trauner, uno de los directores de arte más prestigiosos (llegó a colaborar con Billy Wilder u Orson Welles). Los decorados de Trauner nos trasladan a atmósferas estéticas fácilmente reconocibles por los cinéfilos más veteranos. En ellas puede respirarse un aire de inverosímil verosimilitud o, para ser más correctos, de “realismo poético”, como así vino a definirse el estilo de los filmes de Carné. El cineasta decidió seguir la estela propuesta por Jean Vigo, aquel malogrado autor que supo consagrarse con una filmografía escasa pero contundente (la muerte le sorprendió siendo aún joven).
“Les portes de la nuit” es un film que apenas tuvo el éxito que merecía, aunque no por ello deja de sorprender a las nuevas generaciones que dan con él y lo disfrutan. Su estilo ha sido enclavado dentro del de “cine negro”, aunque a mi juicio debería de escaparse de cualquier clasificación. Su historia posee una fuerza nacida precisamente de la sencillez y de la ingenuidad, de la huida de toda posible complicación que solo conduciría al espectador a una innecesaria confusión o aturullamiento. Como todas las películas de aquella época, resulta deliciosamente naif, con unos personajes un tanto primitivos aunque cargados de razones. No necesitan de mayor definición porque de lo contrario serían incoherentes con la historia en la que participan. Todos ellos tienen su biografía y todos ellos acaban coincidiendo en un mismo lugar y en una misma época sin que la crítica pueda decir que todo encaja demasiado bien y puede resultar increíble. Es precisamente ese “destino”, personificado en la figura del mendigo, el que justifica todas estas coincidencias, construyéndose así un marco eminentemente ficticio e imaginativo dentro de unos parámetros realistas deudores del momento histórico que estaba teniendo lugar. Concretamente, la liberación de París y el final de la Segunda Guerra Mundial. Una Francia desolada que busca, con una fuerza imperiosa, su regeneración.


Prévert, perteneciente al partido comunista pero no sujeto a él (de hecho se le asocia más a las corrientes anarquistas), trazó un argumento de tintes políticos en el cual resultaba necesaria una reivindicación de corte progresista contra los excesos totalitarios de un régimen nacional socialista que había devastado la concepción de ese viejo Occidente.
“Les portes de la nuit” realiza una radiografía, no exenta de maniqueísmo, no solo de las diferentes formas de pensar políticas, sino de las formas de actuar respecto de la ética y de la moralidad. Cabría resaltar aquí la siguiente frase de Voltaire: "La estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás." En el film en Carné, hay una reivindicación del sentido común por encima de esa estupidez que puede conducir a la raza humana a su propia extinción. Y, por si no fuera bastante, por encima de cualquier idealismo siempre acaba imperando la dura realidad de la vida, que se impone a todo intento de auto engaño por parte del individuo y le hace poner los pies en la tierra, haciéndole ver que ni siquiera en el cine son posibles los “finales felices”.



Entre el grupo nutrido de intérpretes, cabe destacar a Yves Montand, para el cual ésta fue su primera película y que, a pesar de ser recordado más como cantante que como actor (de hecho, fue quien en mayor medida popularizó "Les feuilles mortes"), se desenvuelve a las mil maravillas ante la cámara cinematográfica. Él acabó aceptando el papel que originalmente iba a interpretar Jean Gabin, pero del que acabó renegando debido a lo comprometido del mismo (un comunista que consigue escaparse de la ejecución tras la ocupación de Francia y vuelve, junto con otro compañero del partido que ha corrido la misma suerte, para ajustar cuentas con aquellos que cobardemente realizaron delaciones). Otros actores que el público reconocerá será el de “Carette”, popular cómico que será recordado ante todo por los personajes de los films de Jean Renoir.
A partir de los años cincuenta, el cine francés comenzó a tomar otros derroteros con el advenimiento de la Nouvelle Vague y toda una generación de nuevos creadores. El cine realizado por Carné comenzó a perder público, hasta que poco a poco se fue extinguiendo. No obstante, la histoire du cinéma le debe mucho a quien fue uno de sus padres fundacionales. 

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